Por: Patricio Pinilla Valencia
En Chile cerca de 30.000 jóvenes desarrollan la labor de empaquetadores de supermercados. Me refiero a quienes día a día empacan o embolsan los productos que compramos en dichos establecimientos, y que reciben como única retribución, nuestras propinas.
Pero...
¿Por qué a esos trabajadores no se les aplican las normas protectoras del Código del Trabajo?,
¿Por qué los supermercados no les pagan remuneraciones?,
¿Por qué no tienen contratos ni feriados?,
¿Por qué no tienen cotizaciones previsionales?
¿Por qué no existe un seguro que los proteja de los accidentes del trabajo?,
¿Por qué no pueden reclamar sus derechos en la Inspección del Trabajo?.
La respuesta parece simple: porque no serían trabajadores según nuestra ley laboral, pues no tendrían “subordinación ni dependencia” respecto de los supermercados. He aquí la discusión jurídica, pues solo los trabajadores que prestan sus servicios bajo subordinación y dependencia de otros, constituyen una relación laboral, y tienen los derechos que le entrega la ley laboral. Por cierto, la subordinación es una situación jurídica que tiene dos elementos, seguimiento de instrucciones y supervigilancia del trabajador. Los supermercados señalan que los empaquetadores no siguen instrucciones de ellos, sino de sus clientes, quienes si quieren aceptan o no, que les envuelvan sus productos, y tampoco controlan a estos empaquetadores, los cuales se organizan solos, se mandan solos y trabajan cuando quieren.
Lo cierto es que no es así. Los supermercados, a través de sus representantes, por ej. jefes de cajas o de empaque, continuamente les dan órdenes a los empaquetadores (dónde se ubican, qué cajas atienden, cuántos por turnos, qué más hacen) y los controlan (deben usar uniformes, cumplir horarios, tratar a los clientes de cierta manera, y someterse a un régimen disciplinario). Además, el trabajo de aquellos es muy útil para estos establecimientos, convirtiéndose en el último eslabón de su cadena de ventas.
Es curioso, pero uno de los principales argumentos que han usado los supermercados para no reconocer como trabajadores a los empaquetadores es que no les pagan. “Si fueran mis trabajadores, yo debería pagarles”, señalan continuamente en foros, en el parlamento o en los tribunales. Curioso, porque la generosidad de los clientes (o quizás la presión social) que está detrás de las propinas, dan fundamento a un abuso que cada día se hace más intolerable.
Qué le queda a estos trabajadores-empaquetadores: No pueden reclamar en la Inspección del Trabajo, pues como no hay contrato y se discute la “subordinación jurídica”, este servicio público está obligado a esperar lo que digan los tribunales. Estos últimos, han hecho lo suyo, ya que muchas sentencias les han dado la razón a los empaquetadores, quienes han probado la subordinación en distintos juicios (por ej. RIT M-134-2011 del JLT de Los Angeles). Pero las sentencias solo son para el caso concreto y requieren de un trabajador-empaquetador que se decida a “dar la pelea”.
Entonces ¿quién podría ayudarnos?... Nuestros legisladores. Existen 6 proyectos de ley en el parlamento sobre este tema, pero todos paralizados desde el año 2012. Se dice qué obligar a los supermercados a hacer un contrato de trabajo generaría el efecto de que ya no podrían ser estudiantes quienes desarrollaran esta labor, que aquellos optarían por el autoservicio, o que recargarían estos costos en las cuentas de los clientes.
No estoy de acuerdo. La legislación laboral es para proteger a los trabajadores, incluso de sí mismos. Lo justo es justo. Si son trabajadores deben ser tratados como tal, y estoy seguro que los supermercados, una vez que exista la ley que reconozca a los empaquetadores como trabajadores, se ajustarán a ella y entenderán que si quieren entregar este beneficio a sus clientes- mayor rapidez y comodidad en sus empaques- deben asumir sus obligaciones, sin que paguen el costo de este vacío legal, los jóvenes empaquetadores.
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